La seguridad de la vida eterna
El planeta está en constante movimiento, en constante cambio, en constantes divisiones o uniones que vuelven a dividirse para volver a unirse de formas distintas y novedosas. La resurrección, como yo la entiendo, es la vida que se reproduce, que vuelve a ser, más allá de la muerte individual de cada ser, de cada especie, de cada época. La vida vuelve a nacer más allá de la muerte y al lado de la vida. La vida está viviendo todo el tiempo.
Pero nos hemos acostumbrado a buscar una finalidad, que está en un sitio determinado, casi siempre después de un largo camino. Así, nos encontraremos con Dios después que hayamos vivido; seremos felices después de cumplir una serie de pasos, que generalmente tienen que ver con la acumulación de capital; cumplir “nuestras metas” será entonces la felicidad. Y es así como la finalidad se ha convertido para el ser humano en el fin de la vida: el fin, es decir, la terminación, el final, que es igual a la finalidad, a la meta, al objetivo; de hecho en español las dos palabras son sinónimos.
Y es así como vemos muchas personas a nuestro alrededor que lucen como si estuvieran muertas, porque en vez de vivir, están ocupadas en cuidar las cosas como si nunca se fueran a acabar, porque ellas les van a permitir alcanzar su finalidad y por tanto, son indispensables para la vida: un carro, unos muebles, unos pantalones, un cargo. Pero resulta que cualquier campesino te puede decir que el ciclo de la vida empieza cada vez que termina. Y eso no es algo que hay que sufrir, porque la muerte forma parte del ciclo de la vida y la vida solo es vida si hay muerte. Porque solo hay algo más terrible y más patético que la seguridad: y es acostumbrarse y necesitar de ella. La seguridad es lo quieto, lo estático, lo firme, lo absoluto, lo inquebrantable, la verdad; esas son las características de la muerte. La vida, por el contrario, está llena de inseguridades, de cambios, de movimientos, de vida pues.
Aunque soy firme creedora de que no debemos permitir que el puntofijismo vuelva a ser la filosofía política de Venezuela, soy feliz de vivir en este país, en el que no hay seguridad de nada. Porque Venezuela se caracteriza, creo que más que ninguna otra nación del continente, por el constante movimiento, por los constantes cambios socio-políticos. Ya nos definía Guzmán Blanco como un cuero seco: que se pisa por un lado y se levanta por el otro. Así cada cierto tiempo, desde que somos nación, pero antes también, hay movimientos intestinos que paren una nueva era y pasamos un tiempo siendo otra cosa y así cada vez. En este país nadie es pobre o rico o tiene poder durante mucho más de una generación: es que este debe ser uno de los países más justos del mundo!!!
Porque si la vida ofreciera seguridades, los extranjeros que vinieron a Venezuela con una mano delante y otra atrás no habrían tenido oportunidad de ver a sus hijos formando parte de la “clase media” y estudiando en la universidad; como en los países desarrollados (bastante más “seguros” por cierto), en los que los obreros son obreros por generaciones de generaciones: no les queda de otra, se mueven con mucho más lentitud.
Es por eso que trato de disfrutar cada cosa que tengo cuando la tengo y trato de que no me haga falta cuando se acaba. Y es por eso que siento dolor cuando veo gente cercana clamando por seguridades que no existen en ningún lugar del planeta, porque en tanto el planeta siga vivo, seguirá siendo un maná de inseguridades, esto es, de vida.
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