Nosotros: los grancolombianos


Los desconocedores de la historia de la Venezuela del siglo XIX y XX leemos con inusitado asombro que nuestro país nombró varias veces representantes extranjeros (en su mayoría norteamericanos), en varias de las oportunidades que hubo de entablar negociaciones con terceros, por uno u otro motivo. Eso mantuvo muy complacidas a las “potencias” mundiales durante toda la segunda mitad del siglo XIX y casi todo el siglo XX, porque pudieron negociar entre ellos, guardando buena cuenta de sus intereses y a la vez, restando soberanía a nuestra nación, lo que cada día nos hizo más dependientes y vulnerables.

Ahora bien, entrado este siglo XXI, Venezuela ha logrado posicionarse en un puesto privilegiado en los movimientos de la geopolítica, no solo por poseer el territorio con la mayor reserva petrolera en el mundo, sino además por no estar dispuestos a seguir dejando que sean terceros los que negocien por nosotros. La Revolución Bolivariana del Siglo XXI ha cambiado la cara de la geopolítica en este lado del planeta y probablemente ha contribuido a cambiarla en el otro extremo también. Porque no se puede negar que los chinos están tan dispuestos a hacer negocios con Venezuela, porque su estrategia consiste en convertirse en uno de los polos de la economía mundial, lo que solo lograrán si tienen acceso total a la energía fósil de que nuestro país puede proveerlos, sin ningún problema, de aquí a cien años.

Ahora bien, ya parece que tenemos claro que para convertir éste en un mundo mejor, debemos convertirnos en países con la mayor cantidad de felicidad posible, lo cual pasa porque todos, o al menos las grandes mayorías, tengan las necesidades básicas satisfechas, lo que nos permitirá convertirnos en comunidades creadoras de riquezas, tanto tecnológicas como espirituales, que abunden en el desarrollo de nuestra personalidad colectiva. Pero para que eso sea posible, Venezuela debe desarrollar sus fuerzas productivas y ayudar a desarrollar las del continente latinoamericano todo, lo que nos convertiría en otro de los grupos de decisión del planeta.

Es por eso que habrá que ponerse de acuerdo a nivel regional, con respecto a ganarse el derecho a que nuestra moneda (el Sucre) sea otra de las monedas referenciales, primero del comercio y después de las finanzas mundiales. En estos momentos, en que Rusia acaba de proponer cinco monedas referenciales para acabar con la hegemonía del dólar y con la cochinada forjada en Bretton-Woods, Latinoamérica debe levantar su voz para que sepan que no permitiremos que nos sigan considerando naciones menores de edad ni que nos sigan nombrando representantes, porque nosotros somos capaces de negociar nuestras propias negociaciones.

Es bien sabido que organismos multilaterales como la OEA solo servirán en adelante (como lo han hecho hasta ahora) para lastrar el desarrollo de la nación Gran-americana; es por eso que es de tan vital importancia desarrollar instituciones como UNASUR, que en principio puede servir para mostrar músculo al planeta, mientras la ALBA hace el trabajo del desarrollo económico necesario, para que nuestros hermanos que no tienen tantos recursos naturales se beneficien de los que tenemos más, mientras logramos que nuestros pueblos se llenen de soberanía, justicia social y solidaridad.

Tenemos que acabar con la guerra en Colombia. Hay que terminar con el hambre en Haití. Debemos parar con las injusticias en el continente y en el planeta entero, porque como dijo Andrés Eloy Blanco, “cuando se tienen dos hijos se tienen todos los hijos de la tierra” … y todos, mis hermanos, somos hijos del mismo padre: Bolívar.

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