Historia de la sandía y los cuarenta presos palestinos
Este es de esos cuentos que hay que reproducir hasta más allá del cansancio. Y cuando llegue el cansancio, habrá que seguir.
Ameer Makhoul
ameermakhoul.blogspot.com
Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
El siguiente artículo fue escrito después del discurso del primer ministro israelí en la Conferencia Presidencial Israelí el 23 de junio de 2011. Durante su parlamento, Netanyahu anunció que Israel iba a imponer una serie de medidas para endurecer las condiciones de los presos políticos palestinos, declarando que “se acabó la fiesta”.
El viernes 24 de junio, a las 12:46 h., la administración de la prisión nos trajo, a los presos, una sandía. Era la primera sandía de 2011. Según las normas de la prisión a cada preso le corresponden 180 gramos de fruta diarios. Es uno de nuestros derechos básicos. Sin embargo hace unos días, como al parecer no había disponibilidad de fruta, nos dieron una cebolla cada uno como alternativa o compensación.
Todos compartimos la “fiesta de la sandía”. Cada sección, que contiene 120 presos, recibió un número total de tres sandias. Los presos están divididos en secciones separadas y asiladas según su procedencia: mientras que los procedentes de Jerusalén, la Palestina del 48 y el Golán conforman la primera sección, los de Cisjordania están en la segunda y nuestros compatriotas de la Franja de Gaza están en la tercera. Y no solo eso ya que también en las prisiones del sur los presos están divididos según la facción política a la que pertenecen y durante los últimos 4 años se les ha impedido recibir cualquier visita.
Por cada 40 presos correspondía la mitad de una sandia. Como siempre, tenemos un personal especial compuesto de presos que están encargados de distribuir la comida. Esta vez su tarea fue especialmente difícil: ¡Tenían que partir cada sandía en 40 partes iguales! Al final, cada preso recibió una pieza de sandia en forma de triángulo isósceles, cuyos lados iguales eran rojos y la base verde. Esta última –es decir, la corteza- formaba parte de nuestros 180 gramos diarios de fruta.
Nuestra experiencia de la sandia me trae a la memoria la popular historia de Alí Baba y los cuarenta ladrones. La analogía no es puramente numérica: en el cuento 40 ladrones fueron encerrados en una cueva –cuya entrada se selló por parte de magia- para ocultarse de la justicia. En cambio en nuestra vida sólo hay un ladrón que vive suelto. Nuestro ladrón sigue robando la libertad, una nación y un pueblo al encerrarnos tras las rejas. Pero cuando miramos al horizonte vemos que el mundo del ladrón se cierra sobre él lentamente.
Los crímenes de nuestro ladrón pueden exponerse y confrontarse. No estamos desilusionados, pero nuestras supuestas “fiestas” dentro de los barrotes de la prisión tienen un sabor, porque las preparamos nosotros mismos. Además no estamos huérfanos, fuera de los muros de la prisión está nuestro pueblo que lucha por la liberación ¿Hasta cuándo? Como presos y como pueblo, podemos responder a esa pregunta.
Traducido del árabe por Shadi Rouhana.
Ameer Makhoul es el director general de Ittijah, la Unión de Asociaciones de Comunidades con base árabe, una ONG que tiene estatus consultivo con la ONU, y presidente del Comité Público para la Defensa de la Libertad Política en el marco del Alto Comité de Seguimiento de Ciudadanos Árabes de Israel. Está preso en la cárcel israelí de Gilboa desde mayo de 2010.
Fuente: http://ameermakhoul.blogspot.com/2011/09/story-of-watermelon-and-forty.html
Ameer Makhoul
ameermakhoul.blogspot.com
Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
El siguiente artículo fue escrito después del discurso del primer ministro israelí en la Conferencia Presidencial Israelí el 23 de junio de 2011. Durante su parlamento, Netanyahu anunció que Israel iba a imponer una serie de medidas para endurecer las condiciones de los presos políticos palestinos, declarando que “se acabó la fiesta”.
El viernes 24 de junio, a las 12:46 h., la administración de la prisión nos trajo, a los presos, una sandía. Era la primera sandía de 2011. Según las normas de la prisión a cada preso le corresponden 180 gramos de fruta diarios. Es uno de nuestros derechos básicos. Sin embargo hace unos días, como al parecer no había disponibilidad de fruta, nos dieron una cebolla cada uno como alternativa o compensación.
Todos compartimos la “fiesta de la sandía”. Cada sección, que contiene 120 presos, recibió un número total de tres sandias. Los presos están divididos en secciones separadas y asiladas según su procedencia: mientras que los procedentes de Jerusalén, la Palestina del 48 y el Golán conforman la primera sección, los de Cisjordania están en la segunda y nuestros compatriotas de la Franja de Gaza están en la tercera. Y no solo eso ya que también en las prisiones del sur los presos están divididos según la facción política a la que pertenecen y durante los últimos 4 años se les ha impedido recibir cualquier visita.
Por cada 40 presos correspondía la mitad de una sandia. Como siempre, tenemos un personal especial compuesto de presos que están encargados de distribuir la comida. Esta vez su tarea fue especialmente difícil: ¡Tenían que partir cada sandía en 40 partes iguales! Al final, cada preso recibió una pieza de sandia en forma de triángulo isósceles, cuyos lados iguales eran rojos y la base verde. Esta última –es decir, la corteza- formaba parte de nuestros 180 gramos diarios de fruta.
Nuestra experiencia de la sandia me trae a la memoria la popular historia de Alí Baba y los cuarenta ladrones. La analogía no es puramente numérica: en el cuento 40 ladrones fueron encerrados en una cueva –cuya entrada se selló por parte de magia- para ocultarse de la justicia. En cambio en nuestra vida sólo hay un ladrón que vive suelto. Nuestro ladrón sigue robando la libertad, una nación y un pueblo al encerrarnos tras las rejas. Pero cuando miramos al horizonte vemos que el mundo del ladrón se cierra sobre él lentamente.
Los crímenes de nuestro ladrón pueden exponerse y confrontarse. No estamos desilusionados, pero nuestras supuestas “fiestas” dentro de los barrotes de la prisión tienen un sabor, porque las preparamos nosotros mismos. Además no estamos huérfanos, fuera de los muros de la prisión está nuestro pueblo que lucha por la liberación ¿Hasta cuándo? Como presos y como pueblo, podemos responder a esa pregunta.
Traducido del árabe por Shadi Rouhana.
Ameer Makhoul es el director general de Ittijah, la Unión de Asociaciones de Comunidades con base árabe, una ONG que tiene estatus consultivo con la ONU, y presidente del Comité Público para la Defensa de la Libertad Política en el marco del Alto Comité de Seguimiento de Ciudadanos Árabes de Israel. Está preso en la cárcel israelí de Gilboa desde mayo de 2010.
Fuente: http://ameermakhoul.blogspot.com/2011/09/story-of-watermelon-and-forty.html
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