Reconversión

La publicación de esta entrada, como la anterior, es extemporánea. Fue escrita el 1 de agosto del año 2018 y sale hoy. Pero empiezo a escribir de nuevo para ponerme al día, porque algo quedará de lo que escriba, incluso si los dueños del imperio que gobierna el mundo no me borran este blog. Pero incluso si eso sucede, no podrán borrar la verdad. Algo quedará.



Estamos en guerra. La única diferencia con una guerra convencional es que no vemos caer las bombas sobre los edificios. Pero la economía se destruye, la gente muere, es difícil conseguir comida, muchos se desplazan hacia otros países; y así podemos seguir enumerando consecuencias de los ataques que contra nuestro país se suceden todos los días, desde que decidimos ser una nación soberana, no dependiente de poder extranjero alguno.


Pero lo peor es el bloqueo. Venezuela no puede comprar la comida, porque el imperio estadounidense amenaza a aquellos que negocien con Venezuela. Los que nos vendían comida, dudan en hacerlo o ya no lo hacen. Los medicamentos no salen o no llegan. Los fondos para pagar las compras son bloqueados. Las cuentas son canceladas sin que nos devuelvan el dinero, sino todo lo contrario.

Entonces hay que tomar medidas para resistir la guerra. Y la reconversión monetaria es una de ellas. Porque no se consiguen billetes de nuestro cono monetario, porque se los llevan del país, para crear una desestabilización financiera. Porque crearon una página web que hace que nuestra moneda se devalúe día tras día a una velocidad que quiebra cualquier economía. Porque sus empresarios suben los precios de los artículos de primera necesidad varias veces al día, aunque todos los días se comprometen a no hacerlo. Porque aunque el dólar se devalúe en el mundo, en Venezuela suben los precios "porque subió el dólar", aunque todo lo paguen en bolívares.

Es posible que este sea un pañito de agua tibia más. Pero algo hay que hacer para que la gente pueda seguir resistiendo los embates de una guerra que no buscamos, pero que estamos dispuestos a aguantar, hasta que podamos. La gente en la calle hace todo lo posible: busca alternativas, pide ayuda a los familiares y amigos que están fuera; hace trueque con la comida que llega en la caja; vende los zapatos viejos que todavía estén buenos; alquila el teléfono; siembra ají dulce en el balcón.

Y el gobierno toma las medidas que estima que retrasen la hecatombe de esta andanada de odios que nos vienen de todas direcciones, por atrevernos a ser dignos, en nuestra búsqueda de ser felices.


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