Las mujeres y el cuero seco


Cuando yo estudiaba bachillerato se decía que la parte X del gen era la que determinaba el sexo de la persona, por lo tanto, eran los hombres los que lo hacían, porque nosotras somos YeYe. Yo no sé si esto seguirá siendo de esta forma, pero se que en mis familias, lo que predomina son las mujeres, lo cual podría tener su explicación en que todas las mujeres de mi familia se consiguen hombres genéticamente hembreros (lo cual podría explicarse con la química de las feromonas y esas cosas); pero también podría tener su explicación en que eso no es así y somos las mujeres las que determinamos el sexo. En todo caso, en mi vida predominan las mujeres.

Y es que, oh sorpresa, en la vida de todos los venezolanos predominan las mujeres. Hay una diferencia significativa entre las familias venezolanas de muchas generaciones y las familias que viven en el país, pero que son intrínsecamente extranjeras, por ejemplo europeas o sureñas. Todos hemos visto que las parejas de europeos, sobre todo del sur del continente, que son los que llegaron aquí en oleadas, conforman grupos familiares en los que se gritan, se tiran peroles, se insultan y se vejan unos con otros y sin embargo, permanecen juntos hasta que la muerte los separa. Es tanto que mi primera suegra española le gritaba a su hijo, mi marido, con alguna frecuencia: “eres un hijo de puta!!!” mientras yo pensaba “si usted lo dice, en ambos casos será”.

Las mujeres venezolanas en cambio, no se calan a los hombres que creen idiotas (y hay muchos sentidos en que un hombre puede tener esa cualidad) y los botan a la calle y se quedan solas levantando a sus hijos. Hace treinta años leía un el resultado de un estudio hecho por un sacerdote jesuita en un barrio de Petare en Caracas a lo largo de muchos años de su lucha allí y él llegaba a la conclusión de que las madres son las que hacen la vida de los venezolanos, porque es poco el padre que permanece en dichos hogares, entre otras cosas porque las mismas mujeres los echan a la calle. Y el censo de finales del 2012 demuestra que todavía subsiste la misma situación: el 73% de los hogares venezolanos está soportado en los hombros de las mujeres de esos hogares.

Eso no significa que las mujeres hayan logrado reivindicación alguna; solo significa que en Venezuela todo el peso de la sociedad está sobre los hombros de las mujeres y no tienen apoyo alguno de los hombres, que deberían cargar al menos con la mitad de la carga de la sociedad. Eso no es bueno ni malo en sí mismo, como nada en la vida lo es. Eso solo es lo que sucede, la realidad. Ahora bien, las preguntas que yo me hago desde que hago razonamiento al respecto es: ¿cuál ha sido el resultado sociológico de que esto suceda?, ¿cuál es el componente sociológico de la familia venezolana que permite que esto tenga siglos funcionando de esta forma y no haya cambiado por más que los programas de primaria martillen y martillen que la familia está compuesta de madre, padre e hijos?.

Ya a estas alturas creo tener algunas respuestas. El capitalismo convirtió en hombre-máquina al hombre proletario para poder adueñarse sin consecuencias costosas de su fuerza de trabajo. Pero la mujer, que no disponía de la misma cantidad de fuerza bruta que el hombre, siguió siendo esclavizada hasta el mismo día de hoy, porque no era muy rentable tenerla manejando máquinas que requerían una capacidad física que las excedía. Y así, mientras las fábricas y los ejércitos compran la mano de obra de los hombres, dichos hombres esclavizan la mano de obra femenina con la explicación de que son ellos los que proveen la manutención del hogar. Es así como yo he conocido mujeres que aceptan que les digan que la plancha o la lavadora de ropa que trajeron a su casa el día de su cumpleaños es su regalo: el regalo, supongo yo que es el mensaje, que el hombre les está haciendo menos pesado su trabajo esclavo.

En el momento en que entendí eso entendí automáticamente porqué a la mayoría de las mujeres del mundo no les gusta el sexo y entienden que es una herramienta más de trabajo. Así es como se encuentran miles de mujeres que hablan de “mientras no me cambie el carro no se la doy”, o “estoy brava con él, por eso no se la voy a dar”. Se da entonces la dialéctica del amo y el esclavo, que evidentemente no se da en el capitalismo, porque ya no hay más amo ni esclavo, sino capitalista y proletario, uno que compra la fuerza de trabajo y otro que la vende cuando encuentra a quien. A diferencia de lo que pasa en los hogares, en los cuales la relación esclavista convierte al hombre en el amo que depende del esclavo para tener sexo con cierta frecuencia y a la mujer en la esclava que depende de la voluntad del amo para poder subsistir.

En Venezuela hay una circunstancia especial: nunca ha habido industrialización, con lo que el pobre nunca ha sido proletario vendedor de su fuerza de trabajo al capitalista y la mujer nunca ha sido esclava de un amo. Porque el modo de producción en Venezuela pasó de ser feudal a ser capitalismo financiero dependiente de la renta petrolera. Entonces el hombre venezolano pasó de ser campesino dueño de sus instrumentos de trabajo a ser representante de una pequeña-burguesía extremadamente depauperada, que no tiene capitalista a quien vender su fuerza de trabajo por la inexistencia de industrias, pero que vive en una sociedad en que el poder adquisitivo ha sido históricamente altísimo, en comparación con otros países, por lo que el comercio de todo tipo y tamaño era una opción económica muy viable. Y qué pasó con las mujeres? También pasaron de campesinas a comerciantes.

De esta forma, las mujeres venezolanas que no necesitaban ni han necesitado nunca de sus pares hombres para subsistir, sino que lo que han necesitado es semen para reproducir sus genes, recogen y botan a los hombres a conveniencia, después que tienen los hijos que han decidido tener. Por supuesto, ello supone una situación emocional confusa, sobre todo al enfrentarse a los paradigmas mundiales de la cultura, según los cuales los hombres escogen el vientre para sembrar su descendencia y proveen la seguridad de su crecimiento y reproducción, mientras que las mujeres hacen que esa descendencia crezca y se reproduzca. Así las mujeres venezolanas inconcientes de su verdadera esencia, viven un resentimiento que no les pertenece y sienten culpabilidad por el goce de su sexualidad, que en realidad disfrutan porque está poco relacionada con el poder.

Y siendo que esa mujer es la que crea la venezolanidad, yo creo que eso es lo que ha hecho que seamos como decía uno de los líderes políticos de nuestra historia: “…como un cuero seco, lo pisas por un lado y se levanta por el otro.” Es que no tenemos conciencia del modo de producción capitalista que rige al mundo; tenemos un concepto de las relaciones de poder y de las relaciones de producción de la vida material con unos niveles de independencia infrecuentes por decir lo menos.

Supongo que es por eso que era muy poco probable que aquí llegáramos a profundizar las contradicciones de las fuerzas productivas para hacer la revolución. Sería fantástico que los intelectuales se dedicaran a sistematizar las experiencias de este proceso para que algún día alguien pudiera entender cómo fue que llegamos a lo que hemos llegado.

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