La pequeña-burguesía venezolana


En los países serios la política exterior es una de las patas fundamentales de la política estratégica nacional. En Venezuela, sin embargo, tal como dice un periodista venezolano con una lengua muy viperina, los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores fueron siempre los familiares tarados de los dirigentes partidistas. Eso se comprueba fácilmente con una revisión rápida del Archivo Histórico del Ministerio. Solo por poner los ejemplos más cercanos que tenemos de estados con cierto nivel de organización, podemos nombrar las Cancillerías de Brasil, Argentina y México. Mientras en Venezuela se enviaban a representantes diplomáticos de nivel de embajadores plenipotenciarios con credenciales que tenían errores ortográficos (eso sí, con una caligrafía bellísima); en esos países hermanos estaban preparando a los funcionarios de todo nivel para conformar un organismo capaz de hacer análisis de lo que estaba pasando, en función de lo que se necesitaba, para dar recomendaciones ad hoc.

Y no es precisamente que las Cancillerías de esos países estuvieran dirigidas por soñadores de ideas revolucionarias que pretendieran que las relaciones internacionales entre países se dieran en función de hacer las vidas de los pueblos más amables, no. Eran funcionarios del Estado burgués, que estaban dedicados a la tarea de vigilar que los capitales privados tuvieran toda la protección posible, para que pudieran desarrollarse de manera creciente y productiva: es decir, eran funcionarios del estado capitalista al servicio del capitalismo. Pero eran personas entrenadas para actuar de acuerdo a una planificación estratégica, que estaba por supuesto previamente acordada (proteger la acumulación de los capitales en manos de los capitalistas nacionales) y que se dedicaban con tesón y dedicación a hacer el trabajo por el que les pagaban. Porque además creían fervientemente que con ese trabajo estaban poniendo su granito de arena para que el estado nacional, al que orgullosamente pertenecían, funcionara cada vez mejor.

Es así como vemos que en esas Cancillerías hay organismos de investigación que se han dedicado toda la vida a hacer su trabajo: la investigación. Y eso para qué?. Pues porque los análisis de la geopolítica del momento, en los que se incluían análisis históricos del tema en cuestión, pero también análisis económicos y análisis políticos, permiten saber cuáles alianzas había que evitar, cuáles había que propulsar y cuáles había que poner en el congelador mientras llegaba un tiempo mejor. Para ello hay detrás estudios de estrategia de guerra, estudios de economía clásica y de economía política, estudios de sociología y hasta estudios de actualidad política. Mientras esas investigaciones estaban siendo hechas por los académicos de las relaciones internacionales de esos países, que eran financiados por el Estado y que tenían todas las facilidades para hacerlo, porque esos eran temas clave para la elaboración de las políticas a tomar, en Venezuela los diplomáticos estaban haciendo análisis profundos sobre la conveniencia de comer la crema de camarones con un cubierto de mayor dimensión o no.

Las Cancillerías nombradas tienen en la actualidad sendas páginas web en las que se publican algunos de los trabajos que están haciendo sus especialistas y lo que son guía de muchos estudios latinoamericanos de la historia de las políticas exteriores de estos países. A algunos nos da cierta envidia cuando se lee en cada uno de los eventos internacionales que Argentina y Brasil, por ejemplo, han tenido una posición unívoca en casi toda su historia, que han obedecido a una política exterior bien definida y que tiene que ver con lo que nosotros llamamos el “nacionalismo” de sus oligarquías. En realidad yo creo que tiene que ver con la necesidad de no desaparecer, más que con nacionalismos. Pero sea por lo que sea, las oligarquías nacionales de esos países han tenido una estrategia política desde siempre, lo que ha hecho que ellos se conviertan en las potencias del continente.

Mientras tanto Venezuela no tiene oligarquía. No se si porque nunca existió, porque Boves acabó con ella o porque la que en algunos momentos de la historia del país estuvo a punto de surgir fue tan idiota que no supo planificar su existencia futura. Y le regalaron a las grandes transnacionales las dos lochas que en algún momento hicieron sus progenitores para ir a gastárselas en Miami, viviendo como cubanos de tercera y pasando la vejez como pobres viejos en decadencia, que alguna vez fueron pequeño-burgueses y degeneraron hasta convertirse en pedigüeños de postín.

Y por cierto, no es que ahora esté sucediendo algo determinantemente distinto. La pequeña-burguesía venezolana, bolivariana o no, sigue siendo increíblemente estúpida.

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