Ganó el socialismo; perdió la ineficiencia
Los pueblos
occidentales parecen ser los únicos en el mundo actual que no aguantan ni una
pedida para entonar salvajemente cantos de guerra. Los demás, como se está
viendo claramente en Turquía, prefieren la paz, la concertación, el consenso.
Es que históricamente los occidentales son los únicos pueblos que han sido
llevados por sus líderes fuera de sus espacios territoriales con la idea de
masacrar a otros para asimilarlos a sus tierras en forma de esclavos. En general,
los pueblos del mundo están dispuestos a defenderse en mayor o menor medida,
pero no tienen la más mínima intención de atacar si la necesidad no es de vida
o muerte. Todos nos hemos dado cuenta que es muy difícil imponer la GUERRA a un pueblo que no
quiere darla, pero todos sabemos que siempre hay alguno que otro loco que
necesita una pera de boxeo con la que pagar sus frustraciones personales.
Por otro
lado, el sistema interamericano, que nos vendieron como un mecanismo de
relacionamiento multilateral entre las naciones del continente y que
supuestamente no había tenido ninguna injerencia en la vida de la gente común,
pasó los últimos cuarenta años del siglo XX llevando a cabo el auge y caída de
la política, de tal forma que pareciera evidente que en el mundo se había
ensayado los gobiernos políticos pero que no habían funcionado, por lo que había
que abrir las puertas a los gobiernos económicos. De tal manera que a finales
de los noventas en el continente casi todos estaban convencidos de que POLÍTICA
era una palabra a punto de ser prohibida; porque los políticos eran corruptos,
ineficientes y sátrapas y había que desaparecerlos de la faz de la tierra y
suplantarlos por “los ricos de cuna, que eran honestos porque no necesitaban
más dinero”.
Sin embargo,
en la Venezuela
de 2012 tirios y troyanos, propios y extranjeros, hablan sin ambages del socialismo.
Para bien o para mal, para alabarlo o criticarlo, para reflexionar o para
pelear, la palabra es usada -sin complejo o miedo de ser espiados o desaparecidos-
por personas que se jactan de tener conocimiento científico sobre lo que están
hablando, pero también por personas para las que lo que dice el Comandante es
ley y si él la usa es porque está bien usada y finalmente por personas que
desprecian a priori todo lo que tenga que ver con esa categoría porque desde
pequeños las convencieron que su significado está muy ligado a la falta de
libertades. En resumen, SOCIALISMO dejó de ser una mala palabra, una palabra
tabú, una “categoría”, para convertirse en un lugar común. Y eso ya es un gran
cambio.
Y ese
cambio viene dado porque a la gente le gusta participar, ser protagonista, a la
gente le gusta ser tomada en cuenta, la gente necesita pertenecer. Y es así
como el candidato que todos entendíamos como opositor al modelo, tuvo que
presentarse con una campaña bastante confusa, en la que prometía continuar con
las misiones PERO CON MÁS EFICIENCIA, pero a la vez tenía un discurso ambiguo
sobre la aceptación de los resultados electorales. Esa campaña se explica porque
tenía que meter en un solo paquete a los que no creen en el modelo, porque son
ricos; a los que creen en el modelo pero están cansados de la ineficiencia; a
los que creyendo en el modelo o no, son fascistas y quieren guerra; a los
políticos de antes y a los de ahora; y en general a todo el que tuviera una incoherencia
personal de algún tipo. Y la campaña caló.
Tuvo su
efecto porque hay fallas, porque somos humanos, porque el proceso bolivariano
apenas tiene 13 años –que 20 años no son nada- que es en tiempo vital una nada,
pero que a la vez en el tiempo de la gente es la sexta parte de la vida, pero
además porque se ha hecho en la más absoluta de las libertades. Los impacientes
deberían notar que la transformación de la Unión Soviética de la nación
más atrasada de Europa a la segunda potencia mundial se tardó 70 años; y en uno
de los más atroces ostracismos. Entonces la campaña fue capaz de convencer a
los indecisos, a los impacientes, a los inconcientes, a los ignorantes que
había una forma de hacer lo mismo pero más rápido. Lo que pudiera ser verdad,
pero no con esta gente, que lo primero que son es embusteros.
La
conclusión es que el chavismo tiene que afinar sus estrategias de mercado.
Porque el problema del mundo actual es que no basta con ser bueno: hay que
parecerlo. Hay que profundizar los cambios revolucionarios para que este deje
de ser el mejor gobierno que ha habido en Venezuela y dé el paso hacia la
construcción de la Revolución. Para
eso hay que trabajar la conciencia de los contrarrevolucionarios que en los
organismos del estado retrasan los procesos; hay que formar a los revolucionarios
que tienen cargos gerenciales para que aprendan a ser gerentes; hay que sacar a
los corruptos y juzgarlos y meterlos presos: eso funciona, lo demostró Dante
Rivas en el SAIME; hay que hacer seguimiento a las políticas públicas; y sobre
todo, HAY QUE CONCIENTIZAR A LOS MILITANTES.
Porque hay
muchos chavistas que lo son por Chávez, pero que no entienden bien todavía
(aunque lo sienten) que el problema no es el majunche o el frijolito o el escuálido;
sino que el problema es el CAPITALISMO, que es un sistema destructor, bárbaro,
brutal, al que lo único que le interesa es la acumulación. Que al capitalismo,
es decir a los capitalistas, no les interesa para nada las personas, la
humanidad, los animales, las plantas ni el planeta. Lo único en lo que cree el
capitalista es en la
Acumulación de Capital en sus arcas; y para eso están
dispuestos a matar a quien sea, a cuantos sea, en donde sea, incluyendo a sus
propios familiares, amigos, vecinos y connacionales. Los adversarios políticos
pueden serlo, mientras persigan los mismos objetivos estratégicos: la paz del
mundo y la justicia social. Si piensan otra cosa, son enemigos.
Chávez es
un fenómeno político que personalmente tiene más de las virtudes que puedo
enumerar. La primera y la más importante de todas ellas es que ha despertado en
el mundo la fe en que un planeta más justo y más humano es perfectamente
posible y se está empezando a construir por aquí; y ha demostrado que las
enseñanzas del gran maestro Simón Rodríguez son vigentes 200 años después: las
recetas no son tan buenas como nos han enseñado y hay que rebelarse ante las
injusticias y tener confianza en la bondad fundamental de la humanidad. Y así
mismo nos ha hecho demostrar a la humanidad que nosotros, el pueblo venezolano,
somos capaces de participar, protagonizar, aprender, responsabilizarnos,
gestionar nuestros propios asuntos y amar de la misma manera profunda,
desgarrada y apasionada con que amamos a nuestros hijos y ahora a nuestra
bandera y a nuestro himno.
Hay que
continuar profundizando la organización popular que nos lleve directamente a la
autogestión de los recursos que nos pertenecen. Hay que seguir corriendo los
velos que sobre la historia se han puesto para que no veamos nuestra propia
grandeza. Hay que concientizarnos cada día y hay que trabajar porque la gente
que todavía no tiene conciencia la tenga. Pero a los que hay que dirigir
nuestro mensaje es a los justos, a los buenos, a los inocentes que no entienden
porque probablemente no se han dado cuenta sinceramente, pero que pueden
hacerlo porque quieren lo mismo que nosotros. Cuando el socialismo llegue todos
se verán beneficiados y probablemente, tal como ahora, habrá algunos que sigan
quejándose: no importa. La
Revolución es para los excluidos, para los marginados, para
los miserables de esta tierra (Fanon dixit).
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