El intelectual orgánico o la filosofía de la praxis
Cada cierto tiempo aparece por allí uno de esos panfletos increíbles, en los que un grupo de intelectuales, de esos que solían parecernos revolucionarios, se suscribe a la idea generalizada de que el capitalismo es el último refresco en el desierto. ¿Cómo es que esta gente que parecía tan de izquierda, resultó tan de derecha?. La respuesta no está en lo que parecemos, cómo nos llamamos o nos hacemos llamar; la respuesta está en lo que somos y lo que somos está determinado por lo que hacemos.
Era lo común que los llamados intelectuales se revolcaran en el lodo de la grandeza, conceptualizando virtudes como la justicia y la bondad o teorizando sobre la esencia del bien. Ello convertía a ciertas personas en privilegiados, porque podían hablar con un lenguaje que debía ser evidencia de superioridad natural, porque casi ningún mortal normal los podía entender en idioma alguno. Pero desde que Marx habló de la necesidad de los filósofos de hacer praxis, puso a los intelectuales revolucionarios en un aprieto, convirtiendo todas las ciencias sociales en una simple habladera de paja, si no iban acompañadas por un trabajo político, orientado a ubicar la injusticia y acabar con los efectos de su maldad.
Es que es muy fácil ser intelectual, lo jodido es ser revolucionario. El revolucionario no se cree superior porque haya tenido mejores oportunidades que los demás, no se cree vanguardia; no quiere regalarle nada a nadie, porque sabe que lo que se necesita es justicia, no limosnas; quiere respeto, para él como luchador social y para todos los que luchan como él, porque lo tienen que respetar, como dice la propaganda. El revolucionario es el pueblo, porque siente como él, sabe lo que él, es lo que él.
Pero en Venezuela, muchos de aquellos que en algún momento fueron conocidos como jefes de los movimientos revolucionarios, ahora salen en los diarios del imperio, declarando incoherencias. Han sido molestados en su sueño de difuntos y se han despertado iracundos: tenían construida toda una historia como intelectuales de izquierda, eran reconocidos y los invitaban a los cócteles, se casaban o simplemente se acostaban con señoras de reconocido apellido y poder, brindaban por los negocios que iban a poder hacer, no tenían que recordar cosas desagradables. Muchos entonces obtuvieron su cuarto de hora de fama revolucionaria y creyeron poder dedicarse a dormir por el resto de la existencia.
No hay quien niegue que Teodoro luchó por un día y que por tanto, algo tiene de bueno; o que Pompeyo luchó algún año y que por tanto, algo tiene de mejor; no me acuerdo de alguno de ellos que haya luchado por muchos años, por lo tanto no debe haber muchos de ellos que sean muy buenos. De lo que si estoy absolutamente segura, es que no hay alguno de ellos que haya luchado toda la vida, por lo tanto, ninguno de ellos es imprescindible.
Es por eso que no me extraña que haya tantos comunicados de intelectuales que a todos nos parecían de izquierda, en los que el denominador común es el asco al pueblo, la repugnancia por lo pobre. Eso no me preocupa, esos no son imprescindibles. Los que me duelen son gentes del pueblo, luchadores de toda la vida, imprescindibles, que han sido convencidos de que lo imprescindible es el dinero y la gente que lo acumula y que hay la necesidad de defenderlos, porque si no llegará el comunismo y les quitará lo que tienen, cuando todos sabemos que las grandes mayorías nunca hemos tenido nada.
Si los imprescindibles, que son las madres solteras o casadas, que trabajan y estudian y sacan a sus hijos adelante; los obreros que han pasado toda la vida en una fábrica tratando de mantener a su familia sin dejarse humillar demasiado por los patronos; los campesinos, que han sido desplazados una y otra vez, primero por los latifundistas y después por los industriales; los que alguna vez fueron jóvenes y que ahora ya no lo son tanto, que lucharon y siguen creyendo en la posibilidad de un mundo mejor; si las mayorías no defendemos nuestro derecho a la justicia y a la equidad, retrasaremos la obtención de resultados visibles, con los que el planeta entero pueda seguir dejando de ser el lugar hostil que ha sido para la vida. Pero solo lo retrasará, porque estoy completamente convencida de que nuestro camino apunta hacia el futuro y nadie, NADIE podrá impedir que el futuro sea mejor.
Venceremos!!!
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