Desarrollo humano vs. PIB


Como ahora TODOS en este país, aún los analfabetas funcionales, tienen dónde publicar cualquier panfleto que sean capaces de garrapatear, tenemos la dicha de leer exigencias tales como que a los pensionados sobrevivientes, que antes de la Revolución Bolivariana eran invisibles hasta para las protestas, deben pagarles el retroactivo desde el año 1999 (me pregunto yo: ¿por qué no desde 1975 ó desde 1920 ó desde la independencia ó desde la colonia ó desde antes… al producirse la noticia?); o demandas tales como el aumento del PIB (supongo que a los actuales niveles de los de las verdaderas democracias europeas, ¿no?).

Ironías aparte, sería bueno, digo yo, reflexionar sobre la inclusión social (a diferencia del crecimiento económico, que es lo que mide el PIB), como una categoría relativamente nueva en las ciencias sociales, en la economía y en la “gerencia pública”. La inclusión social, más específicamente su opuesto, la exclusión social es una categoría que comenzó a utilizarse a mediados de los años setenta. En cambio el crecimiento económico es un tema de la economía política que viene desde los clásicos. La inclusión social busca incorporar al conjunto de la población a la posibilidad del desarrollo, que en la economía clásica está circunscrito al capital. Con la inclusión social se pretende que el Estado garantice el acceso a sus beneficios a los más desvalidos, lo que significa implementar un sistema de instituciones sociales que estén a disposición de satisfacer las necesidades de la población.

Uno de los desafíos más importantes del proceso de cambios denominado la Revolución Bolivariana es garantizar la inclusión social de los sectores tradicionalmente excluidos. Pero si bien es verdad que la estrategia de desarrollo que ha asumido la Revolución Bolivariana está dirigida a la creación de un sistema de inclusión social, que implica un cambio radical del entramado de las relaciones sociales que determinan la satisfacción de las necesidades sociales y la distribución de la riqueza y del ingreso; es evidente también que al principio hubo que concentrar los esfuerzos en las misiones sociales, como táctica para combatir la vieja institucionalidad, en la que había enquistada una forma de burocratismo que en principio no hubiera permitido la inclusión social de forma masiva y acelerada. Ello no solo impactó positivamente la inclusión de las grandes mayorías de la población venezolana, sino que permitió las primeras modificaciones en la estructura y la dinámica distributiva.

Pero la inclusión social definitiva requiere de un aumento geométrico del nivel de empoderamiento de las comunidades y del paulatino traspaso del poder tanto económico como político desde las instituciones hacia los que verdaderamente conocen los problemas y las formas más adecuadas de solucionarlo, que son las mismas comunidades. Para ello es impostergable compatibilizar la experiencia, la sensibilidad y el conocimiento técnico de los servidores públicos con disposición al cambio con la construcción de una nueva institucionalidad pública que incluya el nuevo modelo de participación popular, que entienda a los líderes comunales como gestionadores sociales, más que como gerentes (que remite a la discusión económica más que a la social), que abunden en el aseguramiento y reproducción del disfrute de los derechos sociales fundamentales.

Pero además es menester la elaboración tanto de instrumentos alternativos de medición de las condiciones socioeconómicas de la población, que permitan evaluar efectivamente el impacto de las políticas dirigidas a potenciar la inclusión social como la creación de un lenguaje completamente nuevo, que pueda dar cuenta de las nuevas relaciones y los nuevos procesos que se están dando y de sus resultados, desde el punto de vista cuantitativo, pero especialmente que mida el cambio cualitativo, que implica el cambio de las relaciones subjetivas entre los hombres con sus colectivos y entre ellos.

Ahora bien, por otro lado es necesario replantearse las elaboraciones colectivas sobre las necesidades individuales a satisfacer prioritariamente. Es necesario recrearnos como seres humanos nuevos, prestos a la solidaridad, a la honestidad, al amor. Impera la necesidad de ponernos en los zapatos del otro, que es la única posibilidad de identificación que tenemos, a fin de que el dibujo sobre la sociedad nueva que queremos sea de verdad nueva, justa, igualitaria, humana. Porque mientras sigamos midiendo nuestra economía con las medidas de la economía capitalista y mientras nuestras necesidades sigan siendo las mismas que las de los mercados capitalistas, seguirá pareciendo que nuestras condiciones están en desventaja con respecto a las economías del primer mundo.

Y a decir verdad, no es que nos interese demasiado lo que a los ojos de los capitalistas podamos parecer; es que de acuerdo al funcionamiento de nuestro cerebro es bueno tener argumentos lingüísticos con los que convencernos a nosotros mismos de que lo nuestro es mejor porque está funcionando.

Comentarios

Post-latido ha dicho que…
Saludos camarada, es grasto leer sus articulos por Aporrea, encuentro una relación en su analisis sobre los criterios de la academia con la filosofia y la comunicacion social, creo que es lo mismo, igual ajustada a la necesidad de occidente, pero logicamente operada desde lo folosofico y llevado al plano de la accion comunicacional... un buen tema para conversar, saludos espero conversar mas sobre sus analisis.

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