La crisis como estructura

La “crisis de 1929” en Wall Street sería el kick-off de la hambruna que finalmente llevó al mundo entero a involucrarse directa o indirectamente en una guerra. Con la llamada II Guerra Mundial el capitalismo daría su próximo gran paso: un salto geométrico que transformaría su base industrial en financiera y dirigiría el mundo hacia un nuevo orden económico, que se caracterizaría por la hegemonía del poder ubicado físicamente por ahora, en Estados Unidos de América. Hay que recordar que la ONU se conformó con apenas 51 países, porque la mayoría de los territorios del mundo eran colonia de las grandes potencias europeas y 21 de ellos estaban bajo la égida de Estados Unidos que los había organizado en la Unión Panamericana luego OEA.

Pero, por qué fue y sigue siendo necesaria la guerra? Porque la gente es finita y cotidianamente no necesita tantos productos como para que la industria se desarrolle infinitamente. La industria de productos para el desarrollo de la vida tiene un problema: la gente tiene un nivel de saturación y un nivel de poder adquisitivo máximo, que hace que la industria de las cosas, por mucha publicidad que se haga, se vuelva ineficiente. Y cuál es la industria que no depende de que a la gente le gusten los productos o no? Es la guerra. La guerra mueve los mercados de los alimentos, con sus correspondientes parafernalias como platos, cubiertos, bandejas, latas de refrescos, cigarros, drogas de todo tipo, pasando por la ropa, botas, lentes, morrales, camas, sábanas y todo tipo de facilidades médicas y farmacéuticas para la vida de los soldados en el terreno; hasta las armas, que incluye desarrollo tecnológico de armas bioquímicas, mecánicas, robóticas además de transportes con motores de todo tipo, radios, radares, satélites, estaciones de abastecimiento de energía nuclear, fósil, solar, eólica, etc. Esto es, la guerra necesita de industrias tan disímiles como motores para lavadoras para lavar sábanas y motores para supertanqueros para transportar petróleo.

Y por qué era necesario hambrear al mundo para conseguir el estado de guerra? Porque la gente que tenía un buen nivel de vida: trabajo, casa, derecho al voto, diversión, educación, no iban a estar dispuestas a entrar en guerra, porque no tenían el estado de ánimo necesario para crear una guerra. Es necesario que haya un estado de conmoción, un sufrimiento muy grande y perdurable, una fractura económica en las sociedades para que las gentes que forman parte de ellas estén dispuestas a ir a la guerra.

Cómo se lograba eso en Europa? Hambreándolos por varios años. Y cómo? Creando una crisis económica que lograra involucrar a todo el globo: la Crisis del ’29. La llamada Crisis del 29 fue una estafa estruendosa llevada a cabo por los artífices del capitalismo a través de la Bolsa de Nueva York. Ya para finales del siglo XIX los capitalistas se habían dado cuenta que las industrias estaban a punto de alcanzar su tope de crecimiento y tenían que inventar el próximo paso del sistema económico: era convertir definitivamente al dinero en la mercancía de más valor. Así empezó a crecer la especulación en la Bolsa de Valores. Pero todos los inversionistas se habían dado cuenta de ello y el dinero empezaba a dispersarse, cambiando de manos muy rápidamente, lo que había que detener. Los grandes capitales empezaron a guiar el comportamiento del mercado y el día decidido a la hora decidida la avalancha de ventas hizo que los grandes se deshicieran de las acciones basura, lo que provocó la caída abrupta del mercado justo antes del cierre del día. Cuando la Bolsa abría al día hábil siguiente todos los que no eran dueños de los capitales rancios del mundo se dieron cuenta sin alternativa que estaban quebrados. Con ellos se fueron empresas financieras o no del mundo entero. Y así el mundo se encontraba de un día para otro en la peor crisis económica de la historia.

Los “países industrializados” (nótese que ahora se llaman “del Primer Mundo”) como Alemania, Rusia, en menos medida pero también Inglaterra, se sumergían en la más abyecta de las pobrezas y sus ciudadanos comenzaban a padecer de cruentas necesidades que los llevaba a protestar. Marx había dicho que en esta situación los proletarios de los países que habían disfrutado de las mayores riquezas, ahora enfrentados furiosamente a grandes privaciones, se sublevarían ante sus patronos y harían la revolución. Se había equivocado. Los proletarios de los países industrializados serían convencidos por medio de la propaganda, de que el origen de sus males no era el capitalista que los robaba a diario, quedándose con el producto de su fuerza de trabajo; sino que el culpable de su hambre era siempre un extranjero: primero los comunistas, después fueron los terroristas, los musulmanes, pero en última instancia se podía pensar hasta en los extraterrestres.

El caso de los judíos como alien del pueblo alemán fue probablemente una feliz casualidad para los capitalistas rancios. Hitler, que fue un producto creado por los grandes capitales para encauzar en Alemania el descontento causado por el hambre y para estimularlo si la efervescencia no alcanzaba los límites necesarios para causar un buen disturbio, tenía un complejo causado probablemente por un episodio personal de la niñez, que le provocaba una aversión irracional hacia los judíos, lo que causó que lo que en principio era una animadversión planificadamente dirigida hacia los comunistas, se transformara en una persecución enferma por los creyentes de esa fe. Es así como los primeros años de la década de los treinta del siglo XX los judíos ricos y/o famosos salieron de Alemania con ruta hacia Inglaterra unos y muchos hacia Estados Unidos, donde se establecieron con sus familias, sus capitales los unos y los otros con sus mentes brillantes en las universidades más famosas y ávidas de cerebros que hasta ese momento no se habían sentido tentados a radicarse en el mundo anglosajón, en el que vivirían hasta el fin de sus días. Pero con el exterminio de los judíos pobres en el Tercer Reich, los grandes capitales del mundo lograrían acelerar lo que habían buscado desde principios del siglo XX, que era apoderarse de un pedazo de tierra enclavada en el centro del Medio Oriente, lo que garantizaría definitivamente el control del suministro del petróleo del norte de África y el seguimiento exhaustivo de los movimientos de naciones grandes con ansias de poder y capacidad industrial de desarrollo, como lo eran en su momento China, la recién independizada India y sobre todo la Unión Soviética.

Lo importante de ese concepto de “alien” era que siempre era otro, que aunque se pareciera a ti y tu no tuvieras ningún indicio de que ese otro no era como tu, en realidad no era como tu: porque te lo decía la prensa.

En adelante la prensa pasaría a ser, tal como lo vio claramente Orson Welles, la principal industria a cuidar. Era muy importante que “la libertad de expresión” fuera una idea que estuviera bien situada en el imaginario colectivo como una necesidad de la gente común, aún cuando la verdad es que la libertad solo existía para los dueños de los medios de difusión de las ideas imperantes. Y también era muy importante convencer a la gente de que lo que decían los periódicos y los noticieros es la verdad, porque ellos son los garantes de la libertad de expresión. Y había que crear una “industria de la diversión” que ayudara a esparcir la idea de que lo que se decía a través de las pantallas, primero de cine y después de televisión, era solo la verdad y nada más que la verdad. Así se formaría la corriente de pensamiento de que cualquiera que atacara a los medios de difusión de las ideas imperantes estaba atacando a los “medios de comunicación de la verdad”, por tanto estaba atacando la libertad de expresión: así tienes entonces identificados a los comunistas, terroristas, musulmanes o extraterrestres.

Este momento pareciera tener mucha similitud con aquella situación, porque China, India y Rusia con economías industriales que han crecido demasiado para el gusto de los capitalistas y sus pueblos están elevando sus niveles de vida suficientemente como para empezar a exigir mayor crecimiento cada vez. Pero a la vez, las oligarquías de esos países se dado cuenta que los grandes capitalistas del mundo pretenden aglutinar todo el capital que sea posible en sus arcas y así manejar al mundo desde una perspectiva unipolar, en que todos los demás (naciones y empresas) queden a cargo de la hegemonía occidental. Entonces la solución es hambrear suficientemente a sus pueblos para volver a culpar de ello a los extranjeros, que probablemente serán los rusos y los chinos, para que tengan la disposición emocional de entablar una guerra de proporciones importantes. Solo que en este caso los grandes capitales no pueden instalarse en una guerra abierta entre potencias, porque todas son nucleares y correrían el riesgo de desaparecer.

La solución entonces será hacer la guerra por intermedias naciones, lo que terminará por desestabilizar una buena parte del mundo y el que aguante más será el que gane. Ya veremos.

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